CUENTO: "DEBAJO DE MI CAMA"
¡Tenemos otra escritora-lectora que se ha animado a dejar su relato para que disfrutemos de su lectura!
Lucía de 5º A titula su cuento "Debajo de mi cama" y se me vienen a la cabeza varias preguntas: ¿Qué será lo que ocurre allí debajo? ¿Tendrá algo escondido? ¿Será un monstruo...?
¡Descúbrelo!
Debajo de mi cama
Todos los días voy al cole,
vuelvo a casa, hago los deberes, juego, ceno y…
Llega la hora de irse a
dormir. Entonces le digo a mi abuelo:
- Abuelo, ¿puedes mirar si hay monstruos en el armario?
- ¡Claro!, vamos a mirar en el armario. No hay nada, puedes
dormir tranquila. A dormir entonces, buenas noches.
Vale, hoy voy a dormir bien,
cuando escucho: niñi
polini ñulo.
- ¡¿Qué ha sido eso?! – pensé yo.
Otra vez: nini ñi opa.
- ¡Aaaah! Al abuelo se le olvidó mirar debajo de la cama.
De nuevo: niiiiiii po la
ce tuuuuu.
- ¡Aaaah! Nooo. Bueno tengo a Teddy. ¡Con Teddy nada malo
puede pasar! Dar la cara monstruos, con Teddy no os tengo miedo.
Y entonces me asomo debajo
de la cama y solo hay pelusa, pero sigo oyendo: ¡niiiiii no nanulo li!
Doy la luz y me doy cuenta
de que las pelusas son de colores y además, ¡tienen ojos! También tienen brazos
y piernas, pero son pequeñitas como las hormigas. Bueno, no tan pequeñas, más
bien como pelusas.
Había dos pelusas, una azul
y otra morada, que se estaban peleando por una horquilla, yo me quité una
horquilla del pelo y se la di. Entonces la cogieron, dejaron de pelearse y
empezaron a usarlas como monopatines. Pero no se movían. Así que, se subieron a
mis manos y yo las subí al colchón de mi cama. Luego me subí yo y las empujaba
soplando. Me lo pasé muy bien, pero me tenía que dormir. Cuando me fui a
dormir, las pelusas tenían frío, así que se quedaron a dormir en mi casa y
subieron además todas sus amigas.
Por la mañana, mi abuelo
vino a despertarme:
- ¡Daisy levántate!, ¡qué llegas tarde!
Tenía miedo de que el abuelo
me regañara porque había estado jugando con las pelusas y me había dormido
tarde. Mi cama seguía llena de mis pelusas de colores, pero era como si el
abuelo no pudiera verlas. Yo me quedé callada y me vestí. Mientras desayunaba,
se metieron todas dentro de mi mochila del cole.
Más tarde, en clase de mate,
de repente saltaron fuera de mi mochila, se pusieron rojas y se fueron directas
a la cara de Toni: ñiiiiiii u ñaaaaaa. Toni era el compañero que se
sentaba detrás de mí. Era un trasto, nunca dejaba de molestar. Mientras que
subían a su cara y Toni gritaba, todos los niños se sorprendieron y empezaron a
gritar también. La profesora sólo le dijo que dejara de jugar, porque estaba
alterando a toda la clase.
Más tarde, en el patio
pensé: el abuelo actuó como si no las viera y la profesora también. ¿Podría ser
que los adultos no puedan ver a mis pelusas?
Así que cogí unas cuantas y
en el recreo fui a presentarles todas mis pelusas a mis amigas. Y entonces,
cada una fue con una de las pelusas a alguno de los profes y todos los
profesores actuaban igual, como si no las viesen. Luego se las llevamos a otros
niños y todos podían verlas. Pero cuando se acercaban a los niños que se
portaban mal en clase, como Toni, se volvían rojas, con cara de mala leche y se
iban directas a por ellos. Les tiraban del pelo, les estiraban los mofletes y
las orejas y le metían los dedos en la nariz.
Pero con mis amigas eran muy
buenas y nos pasamos todo el recreo jugando al pilla-pilla con ellas. Se unían
todas juntas, formando una pelusa del tamaño de un niño y de muchísimos
colores.
Tenía una amiga con la que
sí se portaban mal, volviéndose rojas y enfadadas. Ella no era la más amable de
mis amigas, pero tampoco se portaba tan mal, como para atacarle.
Hasta que un día, fui al
cole sin mis pelusas. En ese día, la niña se acercó con Tony y otros niños a
los que habían atacado mis pelusas. Pero antes de que me pudieran pegar, una de
mis pelusas saltó a la nariz de Tony y empezó a regañarle: niñi lu
malu maluuuu. De repente, todas las pelusas aparecieron a la vez
y atacaron a los niños malos gritando: ñiiiiiiii malu malu
maluuuuu.
Desde ese día, mis pelusas
son mis mejores amigas, los niños malos no han vuelto a meterse conmigo y
espero que algún día los mayores puedan ver a mis pelusas.
Hasta entonces, ¡a jugar!
Autora:
Ñini liu nuuuu
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